Como el buen vino

El aroma a barrica y uvas maduras los envolvió en cuanto cruzaron la puerta de la bodega. Recién casados, caminaban de la mano entre los toneles de roble, dejando que la suavidad del momento se impregnara en su piel. No había prisa. Solo estaban ellos, el vino y el tiempo por delante.

Cada paso entre los viñedos les recordaba el viaje que recién comenzaban. Como las vides que crecían bajo el sol paciente, su amor también echaría raíces profundas con el paso de los años. En el interior de la cava, el ambiente era cálido y acogedor, con el sonido sutil del vino sirviéndose en copas de cristal. Frente a ellos, un tinto añejo prometía la complejidad y la profundidad que solo el tiempo puede otorgar.

Al probarlo, percibieron su carácter intenso, pero con un final suave, una armonía de sabores que hablaba de paciencia y evolución. En aquel instante, entendieron que su amor sería como aquel vino: transformándose con los años, adquiriendo nuevos matices, fortaleciéndose con cada desafío, volviéndose más valioso con el tiempo.

Brindaron en silencio, con la certeza de que el futuro los esperaba, lleno de historias por escribir, de momentos por saborear, de días por envejecer juntos, como el buen vino.